En efecto, el mundo cambia más deprisa que capacidad para percibir los cambios posee el hombre: cambios climáticos, cambios demográficos, cambios culturales, cambios locales, etc. Antes, el hombre cambiaba más rápido que el mundo; hoy lo que cambia es propiamente el mundo. La velocidad de cambio es mayor que la de las personas y las ciudades. Así, si la modernidad pretendía proponer alternativas para cambiar el mundo hoy nos queda al cabo como salida proponer alternativas para quedar a salvo de tales cambios.
El último giro copernicano consiste en advertir que no es el hombre el que orbita alrededor de un mundo estable sino que es el propio mundo el que lo hace en torno al hombre y a las culturas, arrastrándolos en su acelerante mutación. Buena parte de los cambios operan en las zonas políticas mas difusas, a saber las fronteras: allí donde el límite de lo moderno se desvanece y difumina, donde las culturas, las lenguas y los localismos se borran para hacerse globales. La representación política del mundo no debiera hacerse ya con límites coloreados sino según un atlas de altas y bajas presiones que miden las intensidades de flujo que atraviesan las viejas fronteras modernas. La cartografía del poder no coincide con la de producción, los centros financieros no se establecen en proximidad a los de elaboración de los productos que los primeros deciden, pudiendo ubicarse en continentes distintos. De modo que, los centros de moda, diseño, imagen, económicos y bursátiles, turísticos, etc., se multiplican y dispersan en infinitas franquicias que convierten al mundo en global y mundial.
Hoy podemos afirmar que lo local está en contacto con lo global, con el resto. Hoy en día el orbe urbanizado se ha saturado siendo así que el orbe le confiera la forma a la urbe. Las ciudades adquieren así la forma de los flujos que las atraviesan; aya no son los extremos de las vías de comunicación sino lo que se extiende en forma de metástasis cancerosa (nódulos y coágulos) alrededor de tales vías y flujos de comunicación. E centro ya no es lo equidistante, pues la comunicación es en tiempo real; ya no hay que acceder a los lugares, pues antes de partir ya se ha llegado; todo se ha vuelto simultáneo. Por eso los espacios públicos se retraen hasta el extremo de privatizarlos en las prótesis terminales de los usuarios. En la actualidad los centros comerciales privatizan lo público toda vez que el espacio privado se ha mediatizado. El ciudadano ya no necesita salir ni moverse, quedándole como única movilidad pública la comparecencia en las intensidades mediáticas, a saber: en los centros comerciales.
Descripción del proyecto:
El local se encuentra dentro del Centro Comercial Thader, en Murcia, enfrentado a los puestos de caja del supermercado. No hay puertas ni vidrios separadores respecto del pasillo de comunicación horizontal: te dejas caer a la oficina. Dentro, se disponen carteles retroiluminados de policarbonato haciendo de la oficina una imagen de consumo. Los materiales son los corporativos (haya vaporizada, techo metálico y suelo de gres porcelánico gris) y la distribución, racional, potencia el puesto de caja.
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