La biografía de este proyecto es muy curiosa. La propiedad nos encargó primeramente la adaptación de un pequeño chalet ubicado en la parcela para dale uso de oficina. Este chalet simbolizada todos los formalismos de las urbanizaciones costeras: balaustradas, arcos, tejas para una región sin agua, etc. Era todo un desideratum morfológico de cómo proliferan estas urbanizaciones en la región. Urbanizaciones que no parecen estar pensadas para nosotros, sino más bien para extranjeros a los que el sol les permite realizar una función clorofílica que tienen prohibida en sus países de origen.
Sin embargo, la propiedad accedió –para tranquilidad de los arquitectos- a la demolición y posterior construcción de un objeto arquitectónico que revelara la intención de construir acorde al espíritu de los tiempos: zeitgeist. Cuando uno no puede mirar a su alrededor para establecer lazos de continuidad, ni de respeto por el entorno edificatorio, entonces tiene que mirarse así mismo: a su historia personal, a su acervo cultural, a su clima, a su tiempo, a su memoria. De modo, que presentamos a la propiedad un proyecto sin alardes constructivos, con una estructura sencillísima y que al mismo tiempo combinara casi en forma de collage los materiales corporativos que en una u otra versión de oficina bancaria solemos disponer: monocapa gris, aluminio en su color, hormigón visto y piedra de Albarrán.
El edificio planteado, ofrece a la avenida principal de la urbanización un reclamo poderoso en forma de tótem de genealogía constructivista, acabado en rojo y penetrando en el interior de la oficina, generándose el pequeño acceso. El tótem también surge con la intención de anuncio y tinglado a lo Venturi en Las Vegas: puro y nítido reclamo comercial.
Se estructura en dos plantas: planta baja de oficina y sótano de archivos y usos secundarios. El material del sótano queda visto, sin más pretensión que mostrar de qué está hecho, a saber: hormigón. Por otra parte, el tránsito a la planta baja terminada en mortero monocapa y piedra, se realiza a través de un perfil en U de acero inoxidable que va recorriendo toda la junta de hormigonado entre una planta y otra.
El tratamiento de parcela era más que evidente. Sin agua, con sol, sin mantenimiento, propusimos una manto de grava homogéneo y uniforme que hiciera de fondo para un edificio de planta cuadrada y volumen casi cúbico y un olivo maduro, manifestando una suerte de ecologismo parcelario, pues el césped a nosotros nos recuerda a las montañas de Heidi y a su abuelo. Lo mejor fue el olivo.
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