La proliferación de galerías de arte es correlativa al proceso postmoderno de museización de la ciudad y de la propia vida. En efecto, la pérdida de referencialidad compartida a la que asistimos y el carácter volátil de la propia realidad, que ha devenido “acontecimiento” (Baudrillard), constituyen el marco en que el arte actual se genera. La a-referencialidad ha potenciado la necesidad de acogerse a lo que ya ha sido, en forma de remake historicista y, al mismo tiempo, ha generado la necesidad de asegurar las nuevas creaciones artísticas dentro del marco de las galerías de arte. Ellas, como recuperación del espacio simbólico, así como la crítica, explican y decodifican la imagen autorreferencial y absuelta del arte contemporáneo. De manera que, las galerías se han convertido en la actualidad, en idóneos catalizadores y laboratorios de análisis de una realidad, también la artística, cada vez más “fragmentaria y discursiva” (Danto).
Se impone decir, que la dimensión comunicativa del arte se ha disuelto en una realidad hipermediatizada. En la misma línea, conviene anotar, que el sujeto contemporáneo se encuentra saturado por un mundo que, a la postre, ha resultado ser mera simulación de lo real. El objeto artístico se ha quedado aislado respecto del sujeto creador, y se ha orientado hacia un espectador que adquiere el rango de “co-autor” resultando ser él mismo, quién ha de terminar el proceso operado por el autor.
La exposición univalente, por autores y temas, aconseja el carácter neutro de las salas de exposiciones. La mirada no debe recaer sobre el continente, más bien debe orientarse al contenido. El continente sólo será advertido por la mirada atenta. Su disimulo se ha convertido en lugar común a la hora de abordar los espacios expositivos de obra itinerante y temporal. El blanco tiene como función posibilitar “la reactivación de la mirada” (Gadamer), que parece haberse devaluado al transformarse la realidad en acontecimiento, y el mundo en espectáculo.
Para el caso que nos ocupa, la sala de exposiciones debe atender a la discreción mencionada y por ello, la imagen neutra del blanco, que actúa como lienzo inocuo, libera la percepción que sólo será atraída por las obras que se expongan. Sin embargo, nos pareció oportuno reflejar el carácter codificado del arte a través de los códigos de barras que ocultan la transparencia de los vidrios; así, la arquitectura adquiere la forma de lo que representa. En la misma línea, la presencia de un panel expositor giratorio, se plantea de forma que el espacio expositivo pueda ganar en versatilidad. La flexibilidad de la forma arquitectónica coincide con la “cura de adelgazamiento” (Vattimo) de los postulados rígidos y unívocos de la modernidad. Por otra parte, nos parecía indicado que algo girara y cambiara de aspecto, en clara referencia al carácter evanescente de un mundo donde el desierto de lo real aumenta (Matrix); desierto que habrá que poblar.
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